La Mente Expansiva
- Sergio Peña Felix
- 14 ago
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 10 nov
La mente del Appsapiens ya no cabe en su cráneo.Se ha derramado hacia las pantallas, hacia los servidores, hacia la nube que lo contiene todo.Su pensamiento ahora tiene coordenadas, acceso remoto y contraseñas.
Cada aplicación que abre amplía un poco más los límites de su conciencia.Ya no necesita recordar, calcular ni imaginar del todo; las máquinas lo hacen por él.La memoria, la lógica y hasta la creatividad se han vuelto colaborativas.Y sin embargo, en esa expansión, algo se diluye: la voz interior.

El Appsapiens vive en un océano de conocimiento que lo inunda sin mojarlo.Sabe de todo, pero siente poco.Aprende a una velocidad que su alma no alcanza a comprender.El conocimiento dejó de ser experiencia para volverse información.
Pero en esa nueva mente expandida, también hay belleza.Puede hablar con el mundo entero, crear sin fronteras, soñar con otros que nunca ha tocado.La inteligencia colectiva es el milagro de su tiempo:una red de pensamientos enlazados donde cada ser humano es un nodo luminoso.
Y sin embargo, la expansión tiene su sombra.Cuanto más crece su mente digital, más se fragmenta su atención.Su conciencia se dispersa en mil pestañas abiertas, en notificaciones que reclaman su alma por turnos.Piensa en todo y en nada al mismo tiempo.El ruido mental se volvió paisaje.
En el fondo, el Appsapiens anhela una mente más grande, pero un corazón más simple.Porque cada avance tecnológico lo acerca al conocimiento absoluto, pero lo aleja un poco del silencio interior.
La mente expansiva no es un error; es una evolución imperfecta.Una forma de inteligencia que aún busca su equilibrio entre la velocidad del dato y la lentitud del sentir.Quizá la verdadera revolución no sea aprender más, sino aprender a desconectarse.A dejar que el pensamiento repose como el agua cuando el viento cesa.
Porque la mente no se expande solo cuando acumula,sino cuando se atreve a vaciarse.
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