Ecos del Toque
- Sergio Peña Felix
- 7 ago
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 10 nov
Todo empezó con un roce.El dedo humano, que alguna vez señaló el fuego y acarició la tierra, ahora roza superficies lisas que responden con destellos.El mundo dejó de sentirse con la piel para sentirse con la yema del dedo.

Deslizar, pulsar, sostener: tres verbos nuevos en el lenguaje de los sentidos.Cada toque es una orden, una pregunta, una súplica silenciosa.Las pantallas no hablan, pero escuchan.Y nosotros, sin darnos cuenta, aprendimos a hablar su idioma.
En los inicios del Appsapiens, el toque era curiosidad.Después fue necesidad.Hoy es vínculo.El dedo se convirtió en traductor entre lo tangible y lo invisible, entre la emoción y la señal eléctrica.Ya no escribimos cartas, escribimos pulsos.Ya no damos abrazos, damos “me gusta”.Ya no gritamos, solo actualizamos.
Cada toque deja una huella.Aunque se borre del vidrio, queda grabada en el aire digital que respiramos.Millones de gestos se repiten cada segundo: roces idénticos, movimientos universales.El toque se ha vuelto el nuevo lenguaje global.
Pero los ecos del toque no siempre traen consuelo.A veces, una pantalla fría devuelve silencio.Tocamos para sentirnos cerca, pero solo encontramos nuestra propia soledad amplificada.Buscamos el calor en una superficie que nunca lo tuvo.
Y sin embargo, hay algo profundamente humano en ese acto.El deseo de tocar, de ser respondido, sigue siendo el mismo desde las cavernas hasta los píxeles.Solo cambió la materia.El clic reemplazó la piedra, el scroll reemplazó la caminata, el toque reemplazó la caricia.
En cada gesto, hay una esperanza: que al otro lado alguien responda.Una conversación, un mensaje, una señal mínima que diga “aquí estoy”.El Appsapiens no busca información; busca contacto.Y cuando la pantalla vibra, es como si el universo respirara con él.
Quizá por eso las pantallas nunca duermen.Porque guardan los ecos de todos los toques, las voces mudas de millones de dedos que se buscan en la distancia.La superficie táctil es ahora nuestro espejo más íntimo.Nos devuelve no solo imágenes, sino intenciones.Y entre el dedo y la luz, florece un lenguaje sin palabras, un eco antiguo disfrazado de modernidad.
El toque no ha muerto.Solo se ha vuelto eléctrico.
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