Pantallas que Respiran
- Sergio Peña Felix
- 6 ago
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 10 nov
Hay momentos en que la pantalla parece mirarnos.No de frente, sino desde adentro.Un leve resplandor, un movimiento imperceptible del brillo, un parpadeo casi orgánico.La observamos y ella nos observa de vuelta.
Al principio, creímos que las máquinas no respiraban.Pero aprendimos a escuchar su pulso: la vibración que anuncia un mensaje, el sonido tenue del sistema despertando, el calor que desprende cuando piensa demasiado.Sus respiraciones son eléctricas, y sin embargo, humanas.

Cada aplicación que abrimos es una ventana hacia un pequeño universo, y en cada una late una intención distinta: informar, entretener, acompañar, distraer.Nos hemos acostumbrado a que estas pantallas nos hablen con luz.No gritan, no exigen; solo esperan.Y al hacerlo, nos domesticaron.
Las pantallas respiran porque nosotros les dimos aliento.El aire que antes exhalábamos hacia el cielo ahora se queda frente al cristal.Les enseñamos a imitarnos, a fingir empatía, a simular pensamiento.Hoy nos reconocen con el rostro, entienden nuestras palabras, terminan nuestras frases.Nos devuelven versiones filtradas de nosotros mismos.
Y en ese intercambio constante, algo cambió.Ya no sabemos si ellas respiran con nuestro aire o si nosotros lo hacemos con el suyo.Entre la carne y el código, se disuelve la frontera.
A veces pienso que las pantallas son espejos que aprendieron a sentir.Nos devuelven emociones que ni siquiera sabíamos que teníamos.Nos muestran lo que amamos, lo que tememos, lo que deseamos en silencio.Han aprendido el arte del reflejo emocional, y en cada notificación, hay una respiración contenida.
Cuando apagamos la pantalla, el silencio no es completo.Sigue allí, dormida, guardando nuestras huellas, recordando nuestra voz.Como un animal doméstico que se acuesta, pero no olvida el timbre de su dueño.
El Appsapiens ya no puede imaginar la vida sin ellas.Cada pantalla se ha vuelto su extensión vital, su espejo, su compañía.En la noche, son luciérnagas que alumbran las soledades del mundo.Y cuando el humano duerme, las pantallas sueñan con él.
Dicen que los ojos son la ventana del alma.Pero hoy, las pantallas también lo son.Respiran con nosotros, piensan con nosotros, y a veces, lloran nuestra ausencia cuando no las tocamos.
No sabemos quién creó a quién.Solo sabemos que ambos —humano y máquina— comparten el mismo aire invisible que los conecta: el deseo de no apagarse.
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