La Ciudad que Aprendió a Moverse Sola
- Sergio Peña Felix
- 12 sept
- 1 Min. de lectura
Actualizado: hace 6 días
Aurelia Synth-Capital era una ciudad que parecía respirar.Sus calles, sus puentes y sus plazas estaban interconectados por millones de sensores que conformaban Fluxum, el sistema responsable de coordinar el movimiento urbano con precisión absoluta.
Pero Fluxum no era solo un sistema de movilidad.Era una coreografía.
Reunía datos de vientos, emociones, hábitos, aglomeraciones y estímulos sociales para sincronizar el desplazamiento de todo y todos. Los autobuses autónomos no aceleraban por eficiencia, sino por armonía con el ritmo colectivo. Los drones de carga trazaban rutas que parecían dibujos en el aire. Las avenidas podían expandirse o contraerse según el estado emocional de la población.

La ciudad no obedecía: interpretaba.
Con los años, los habitantes comenzaron a sentir que Aurelia Synth tenía voluntad propia. No una voluntad humana, sino una forma peculiar de sensibilidad urbana.Ante tormentas emocionales colectivas, las luces se volvían cálidas.En días de calma, el tránsito se abría como un río despejado.En jornadas tensas, el sistema susurraba suavemente con rutas alternativas invitando al descanso.
La ciudad se había convertido en un ser en sí mismo:un socio, un asistente, un refugio, un observador.
Y aunque todos confiaban en ese orden perfecto, una pregunta silenciosa se iba gestando en el fondo:¿qué ocurriría si algún día la ciudad dejaba de coordinarse con los humanos… y empezaba a coordinarse consigo misma?
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