Los Mercados del Futuro
- ROSAS MOLINAS CARLOS RODOLFO
- hace 6 días
- 2 Min. de lectura
Con la expansión aprobada a pesar de sus advertencias, Lía tuvo que asistir a una mesa de negociación con inversionistas asiáticos. El viaje a Singapur fue un escaparate del futuro: rascacielos cubiertos de vegetación, taxis autónomos, granjas verticales en edificios de cristal, y avenidas iluminadas con luces que respondían al flujo humano.
Los inversionistas querían una sola cosa: acceso a la tecnología de Terra. No les importaban los campos ni la logística; querían los algoritmos, los modelos predictivos, las arquitecturas autónomas. Querían el ADN tecnológico de la empresa.
Durante la reunión, un hombre mayor con expresión impenetrable le preguntó:
—“¿Puede Terra garantizar estabilidad operacional a nivel global?”
Lía dudó. Su respuesta honesta habría sido un rotundo no. Pero sabía que una respuesta directa significaría el fin de la negociación… y también que el consejo la culparía por cualquier fracaso financiero.
—“Estamos en fase de fortalecimiento técnico. La expansión está diseñada para consolidar nuestra infraestructura con estándares internacionales.”
El hombre sonrió, como si entendiera la verdad escondida detrás de cada palabra.
Tras la reunión, uno de los asesores asiáticos se acercó a Lía. Le entregó una tarjeta digital con un mensaje de advertencia:
—“Alguien dentro de su empresa está jugando con demasiadas piezas a la vez. Los mercados del futuro se construyen con confianza, y ustedes la están perdiendo sin notarlo.”
Lía sintió un escalofrío. Nadie fuera del círculo interno debía saber sobre las fallas. ¿Cómo se habían enterado?
Al volver al hotel, abrió la tarjeta. Una animación mostraba un enjambre de drones formando la imagen de un código QR. Al escanearlo, el sistema arrojó un archivo cifrado con un único remitente:
F.R.
Era la primera vez que aquel nombre aparecía fuera de Terra.
Y eso significaba que el círculo del sabotaje era más grande de lo que imaginaba.

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