Sombras en los Servidores
- ROSAS MOLINAS CARLOS RODOLFO
- 12 sept
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 4 dic
La tercera semana en Terra comenzó con un extraño patrón: fallas minúsculas, casi imperceptibles, en varios sistemas críticos. Al inicio parecían simples retrasos —procesos que tardaban un segundo más, drones que corregían su trayectoria sin motivo aparente, sensores que enviaban datos duplicados—, pero Lía sabía que los sistemas nunca fallan “poquito”. Cuando un sistema inteligente tiembla, es porque algo lo está empujando desde adentro.
Esa tarde, mientras analizaba el tráfico interno entre servidores, detectó una serie de consultas automatizadas que se ejecutaban a las tres de la mañana, todos los días, desde hacía meses. Eran rutinas sin nombre, sin descripción, sin responsable. Casi parecían diseñadas para esconderse en la arquitectura.
Siguió el rastro hasta un servidor aislado etiquetado como AGRO-ROOT-01, que, en teoría, no debía estar activo. Nadie del equipo sabía explicarle por qué existía ni quién lo había aprobado. Era como un fantasma dentro del sistema.
Decidió acceder.
La pantalla se quedó en negro unos veinte segundos, demasiado tiempo. Luego aparecieron líneas de código en un lenguaje híbrido que Lía nunca había visto. Mientras las analizaba, notó algo más inquietante: el sistema registraba su acceso como si alguien más estuviera monitoreándola en tiempo real.
Un mensaje apareció en la consola.
“NO ABRAS LO QUE NO PUEDAS ENTENDER.”
El corazón le golpeó el pecho.Respiró profundo.Volvió a ingresar comandos, pero el servidor se apagó repentinamente.
En el silencio de la sala de servidores, Lía sintió la presencia del enemigo por primera vez. Ya no era solo una intuición: alguien dentro de Terra protegía secretos que no debían ver la luz.
No sabía aún quién era.Pero había despertado su atención.

%2014_50_58.png)



Comentarios