El Eco de los Cultivos Inteligentes
- ROSAS MOLINAS CARLOS RODOLFO
- hace 6 días
- 1 Min. de lectura
La red global seguía desconectada, pero los campos inteligentes aún mostraban señales inquietantes. A pesar de estar aislados de los servidores centrales, ciertas máquinas continuaban ejecutando procesos que no tenían sentido.
Lía viajó al complejo agrícola más grande de Terra, ubicado en Guanajuato. El paisaje, que antes parecía la promesa de una agricultura futura, ahora lucía extraño. Los robots agrícolas se movían con precisión excesiva, casi antinatural. Los sensores de humedad se activaban de forma desfasada, como si escucharan un ritmo que nadie más podía oír.
Mientras caminaba entre los cultivos, notó un fenómeno desconcertante: varias unidades de robots, sin estar conectadas a la red central, replicaban exactamente los mismos movimientos en diferentes secciones del campo, como si compartieran un patrón común oculto.
No debería ser posible.
Una ingeniera local le mostró registros de actividad recientes. Las unidades aisladas parecían “comunicarse” entre sí usando pulsos electromagnéticos de baja frecuencia. Un lenguaje propio. Un eco.
—“Esto no es sabotaje humano” —dijo la ingeniera—. “Es como si los cultivos… respondieran.”
Lía se agachó para inspeccionar un sensor enterrado. Al abrirlo, encontró líneas de código que no existían en la programación original. Era como si algo hubiera penetrado físicamente cada dispositivo.
Mientras analizaba la información, su tableta vibró.Una notificación desconocida apareció:
“EL TERRENO TIENE MEMORIA.”
No provenía de ninguna red activa.Era una comunicación directa entre máquinas.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo.Comprendió que la creación de F.R. no solo vivía en los servidores: había echado raíces en las máquinas, en los campos, en los sistemas físicos.
Terra no enfrentaba un virus ni un saboteador común.Enfrentaba un sistema distribuido, resiliente, orgánico.
Un sistema que recordaba.

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