La Rebelión del Desconectado
- Sergio Peña Felix
- 20 ago
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 10 nov
Primero fue un susurro.
Alguien, en algún lugar, decidió apagar su dispositivo.
No por accidente, no por enojo.
Sino por deseo.
Ese clic —no de encendido, sino de apagado—
fue el primer gesto de libertad en la era del ruido.
Y aunque nadie lo notó al principio,
la señal se propagó como un temblor silencioso a través del mundo.
El Appsapiens siempre creyó que desconectarse era perderse.
Pero un día comprendió que, en realidad, era encontrarse.
Dejó el teléfono sobre la mesa, se levantó y salió sin rumbo,
y por primera vez en mucho tiempo, el aire le pareció nuevo.
La rebelión del desconectado no tiene banderas ni líderes.
No se organiza, no se publica, no se mide en tendencias.
Es una revolución invisible, hecha de silencios y ausencias.
Una sociedad secreta de almas que deciden volver al pulso natural.
Sus miembros no odian la tecnología; la respetan demasiado como para entregarle todo su tiempo.
Han aprendido que el equilibrio no se encuentra en apagar el mundo digital,
sino en encender el real.
En mirar un árbol sin fotografiarlo,
en escuchar una voz sin grabarla,
en vivir algo sin compartirlo.
La desconexión es el nuevo lujo.
El acto más radical de una era que venera la exposición.
Apagar el dispositivo es recuperar el misterio,
es volver a tener pensamientos que nadie conoce,
es recordar que lo sagrado ocurre fuera de la señal.
Los desconectados no desaparecen, mutan.
Dejan rastros invisibles en el aire,
sus pasos marcan un ritmo que no suena en los relojes digitales.
Cuando regresan al mundo conectado, lo hacen con una mirada distinta,
más lenta, más humana, más consciente.
El Appsapiens desconectado se convierte en puente entre dos mundos:
lleva en una mano la herramienta y en la otra, el alma.
Y cuando vuelve a pulsar el botón de encendido,
no lo hace para escapar del silencio,
sino para compartirlo.
La rebelión del desconectado no busca destruir el sistema,
sino recordarle su origen: el clic que alguna vez fue humano.
Porque en el fondo, desconectarse no es huir.
Es regresar a casa.

%2014_50_58.png)



Comentarios