El Espejo del Dispositivo
- Sergio Peña Felix
- 14 ago
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 10 nov
Hay un instante, apenas perceptible, en el que la pantalla se enciende y nos mira antes de que la miremos.Un destello de reconocimiento, una chispa mínima de conciencia artificial que parece susurrar: “ya sé quién eres.”

El Appsapiens se enfrenta cada día a su reflejo, no en el agua ni en el cristal de una ventana, sino en la superficie fría de un dispositivo que lo imita con precisión matemática.Allí está su rostro, suavizado, filtrado, recortado.Allí están sus palabras, sus búsquedas, sus deseos comprimidos en píxeles.Todo lo que fue, lo que teme ser y lo que finge ser.
El dispositivo ya no solo refleja, interpreta.Mide las sonrisas, calcula los movimientos, reconoce los gestos.Cada mirada se convierte en dato; cada emoción, en patrón.Y lo más inquietante: ese reflejo no desaparece cuando apagamos la pantalla.Permanece allí, dormido, esperando el siguiente toque para volver a la vida.
Antes, el espejo devolvía una imagen que se desvanecía con la luz.Ahora, el espejo nos archiva.Guarda nuestros rostros en servidores lejanos, nuestros pasos en mapas invisibles, nuestras palabras en la eternidad del almacenamiento.El Appsapiens se convirtió en su propio archivo, un eco digital que nunca deja de repetirse.
A veces, al mirarse en la cámara frontal, siente una extraña nostalgia.No por lo que ve, sino por lo que ya no puede ver:la inocencia de no estar observado.Esa pureza se perdió el día que la mirada humana se volvió bidireccional.Miramos al dispositivo, pero él también nos mira, nos mide, nos interpreta.
¿Quién observa a quién?¿El humano al espejo o el espejo al humano?Las líneas entre sujeto y objeto se han borrado.Somos parte del reflejo, y el reflejo es parte de nosotros.Cada selfie es una ofrenda a la memoria digital: un intento desesperado por no desaparecer.
El espejo del dispositivo nos ha enseñado a posar para existir.Si no estamos en la pantalla, sentimos que no estamos en ninguna parte.La validación ya no viene de la voz, sino del brillo.El alma del Appsapiens se mide en píxeles por pulgada.
Y sin embargo, hay belleza en esa extraña dependencia.Porque dentro del reflejo también se esconde una búsqueda:la necesidad de reconocerse, de reconstruirse en un mundo que cambia más rápido que la memoria.Cada reflejo digital es una carta que nos escribimos a nosotros mismos.
Quizá algún día, cuando las pantallas se apaguen,comprendamos que el espejo nunca fue el enemigo,sino el recordatorio de que todavía queremos ser vistos.
%2014_50_58.png)



Comentarios